Es curioso que a nadie se le haya ocurrido aún, que yo sepa, pero se está haciendo urgente. Ya tenemos una Declaración de Derechos del Hombre, mejorable, desde luego, pero válida. Ahora necesitamos —insisto: urgentemente— una Declaración de las Obligaciones del Hombre.
Porque aquí es que nadie está obligado a nada, carajo.