I Want My Bra Back

Acicateado por un recomendador webero casi siempre fiable, me he puesto a 37583820012547673233716ver la serie usaína I Just Want My Pants Back (lo único que quiero es que me devuelva los pantalones). Bah. Cortita, rafagosa, perdigonada de referencias a la propia televisión y a la actualidad más hodierna (no siempre conocida de un espectador de este rincón del Imperio donde uno habita), digamos que queda mona y no es mal mataocios. (Ocio es ese rato de por las noches al que llega uno con la cabeza tan pixelada que hasta se echan de menos las mamachichos de la 5.)
     Pero qué carcas son los usaínos, por Manitú. IJWMPB es una serie deslenguada y plurifornicante, pecadora a tope. La primera vez que lo vemos
tinaligar, el protagonista recibe de la chica la petición (no hecha desde el apasionamiento desbocado, sino desde la frialdad de un usuario competente y eficaz del sexo) de que le meta un dedo por el ano. Con el sujetador puesto. No tardamos en comprobar, episodio tras episodio, que ninguna de las alegres fornicadoras que van apareciendo se quitan el sujetador para practicar sus goces. Sujetadores grandes, además, de cuello vuelto como aquel que dice… Supongo que ello es para evitar que la censura usaína —tan dura ella— le ponga no se sabe cuántas equis a la serie y esta no pueda distribuirse con la debida rentabilidad.
     Allá ellos, claro. Lo que me interesa aquí, en realidad, es la propensión del cine a crear tópicos que el espectador acaba aceptando sin pestañear. Siempre lleva uno el dinero exacto para pagar el taxi o la copa. Siempre hay aparcamiento delante del sitio al que van los personajes. Todos los teléfonos empiezan por 555. Los puñetazos no dejan huella ni al dador ni al recibidor. Tras una noche de desenfrenado desenfreno, él o ella se levantan, se ponen la ropa y se van a su trabajo, no ya sin ducharse: sin echar un pis. En la policía, los comisarios son todos negros o mujeres. Las casas están siempre encendidas. Los automóviles arden como teas y estallan tras un accidente, pero el conductor sale por su propio pie unos segundos antes del ¡bum!.  Se puede conducir sin mirar la carretera durante largos segundos… Y, desde hace un tiempo, las chicas no se quitan el sujetador para echar un caliqueño, ni el cocaliqueñante hace gesto de desabrochárselo. Realismo puro.
     Esto mismo (lo del sujetador) ocurre sistemáticamente en las películas con más miramientos taquilleros, casi sin excepción. Idos son los tiempos en que las coyundas se ponían en escena mediante milagrosas angulaciones de cámara (casi lenta, a veces) o milimétricos posicionamientos de codos y brazos que tapaban el menor barrunto de pezón, en que las sábanas eran más altas por el lado de la mujer, en que la chica se levantaba siempre bien envuelta en un edredón. Ahora queda todo a la vista. Con el sujetador puesto (y, en algún momento de descuido, incluso los calzoncillos y las bragas). Una evidente mejora.
     Dirán ustedes que qué más da. Y tendrán ustedes mucha razón. Pero recuerden que es domingo por la mañana y que no me apetece trabajar y que tampoco me apetece hablar de nada serio (con su inevitable secuela de depresión generalizada). O sea.

Y conste que la serie puede verse sin demasiada merma neuronal.

2 Comentarios

  1. jamsession2 dice:

    Por si te apetece algo de temática similar pero más adulto, te recomiendo la serie «Hung», de un profesor metido a gigoló por sus «encantos» y su desastrosa y divertida chula; ya ha sido cancelada, pero deja tres temporadas estupendas (de capítulos de 20′). Un saludo.

    1. Sí, gracias, la fui viendo en Canal+ cuando la pusieron. Tenía su cosa, y me sorprendió que durase tres temporadas, porque cuando una serie me parece bien a mí lo normal es que el público americano la rechace casi ipso facto. 🙂 Ahora andan poniendo por las nubes GIRLS (va por el capítulo 5), pero todavía no tengo claro lo que me parece.

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